Cartas a mi mismo

por Ziegler Stendel Mar Feb 09, 2016 3:03 am

Una serie de relatos sobre el que en su día fue mi main de rol (y PvP) y que ahora mismo y probablemente durante muuuucho tiempo continúe cogiendo polvo (y en el anonimato)
Como no lo roleo desde hace tiempo ya con él (y tampoco es que lo usase con demasiada frecuencia, ejem, ejem, la vieja guardia sabe a que me refiero) pues decidí ir escribiendo cuando cuadrase y tal, para al menos tener la sensación de que todo el tiempo que lo roleé no cayó en balde. Es un personaje curiosillo, siempre levantaba pasiones. Pero ante todo era humilde
lol!

No habrá hilo de offtopic ni nada para no ensuciar tanto.También los subo aquí porque no tengo otro sitio donde subirlos (yo no posteo en el foro de Errantes por motivos ajenos a nuestra comprensión mortal)
PD. No, el autor del relato onrol no es Ziegler, es otro personaje, las pistas deberán ustedes extraerlas del texto Very Happy

por Ziegler Stendel Mar Feb 09, 2016 3:07 am

En los tiempos que vivimos, muchos hombres se han alzado en armas para defender a sus pueblos, a sus seres mas queridos, al mundo, abanderando diferentes causas, vistiendo distintas armaduras y montando varios caballos de la moral. Cada uno con sus excusas, sus orígenes, sus objetivos, y como no, sus finales. Algunos trágicos, otros inspiradores, y otros tan adulterados de gloria y épica como de pomposería este párrafo.

Unos han optado por librar la guerra, por motu propio, bajo el estandarte de su señor o bajo intereses de terceros. Unos la hacen en el campo de batalla, otros la hacen mas discreta, a espaldas del enemigo, otros incluso a distancia, desde las murallas o desde la lejanía y tras la seguridad de las colinas o los arbustos.

Espadas, rifles, hachas, escudos, dagas, mazas, magia, cañones, astas, barcos, carromatos, venenos, explosivos, cadenas... cada uno tendrá su método. Vaya. Ya me entendéis.

Yo, sin embargo, siempre he sido de ese selecto grupo de hombres - y, por que no, mujeres - que siempre ha librado las guerras en los despachos. En la seguridad de una habitación, tan solo armados con una pluma y un papel, refugiados tras su coraza de palabras y su escudo de argumentos. Puede que no lo parezca, pero son tan fieras las guerras en las trincheras como en las comitivas diplomáticas. O en los salones de cena. Si, de veras. Esos cerdos, cebados con una manzana y rociados de deliciosa salsa barbcoa... mmm, barbacoa, donde digo barbacoa digo exquisito majado de sangrerrey... si, el sangrerrey, es una planta, ya sabéis... aunque estén calientes como las piernas de una mujer y huelan a rosas, son fieros campos de batalla. Una palabra en falso, ofendeis al señor de esas tierras y ¡puf!, vuestro cadáver cuelga la mañana siguiente del primer árbol de su hacienda, cubierto de los asquerosos lapos de sus campesinos.

Oye, ser un aguerrido luchador empapado en barro y bañado de la sangre de tus enemigos está sobrevalorado... en serio, no es para tanto. Si lo puede hacer cualquiera. Hasta yo. ¡Si yo lo he hecho, tu también puedes! Hacha. Que eres un hacha. Y eso... siempre he sido de librar las batallas con la diplomacia, la astucia, la inteligencia, el frío cálculo matemático, la hipocresía, el engaño, el tira y afloja aristocrático, el...

Perdón, he tenido que hacer una interrupción. Yo soy una persona, como ya os dije, muy sosegada y calculadora, pero ante todo humilde, y no puedo escribir con ese griterío ahí abajo. NO podía soportar un solo grito de auxilio mas, bajé al sótano y callé a ese bastardo, hijo de mil llenas, de un patadón, contra el bordé del escalón. Le rompí la boca y lloró, y como no paraba, pues le di otra, y otra, hasta que no le quedaban cuerdas vocales para hacerlo. ¿Ya era hora, no? A ver si ahora uno no va a poder ni escribir en su refugio de armonía y tranquilidad. ¡Que encima se había quitado la mordaza! ¡Por segunda vez!

Lamento este giro argumental, espero que no enturbie lo anteriormente escrito. Yo siempre he sido uno de esos sabios selectos, que escogen a dedo a sus agradecidos y leales súbditos, que una palabra suya bastaba para que miles de honrados hombres se mataran en una sangrienta guerra, y que con su voz motivaba y alzaba masas. Y con una gran labia, no os creáis que yo me codeaba con los mas poderosos con la jerga simplista y rural con la que os escribo a vosotros, plebe. Yo era de los que hacía bonito un simple saludo, que vamos, prácticamente abría la boca y en vez de eructar, expulsaba azaleas y pétalos en flor.

En fin... ya me iréis conociendo mas. Excusadme, volveré a este noble arte llamado escritura dentro de unos días. Otros quehaceres me requieren. De hecho me voy a sincerar con vosotros en compensación a haberme leído, y os lo voy a contar en primicia. Hay un tal Brandon Jackie en la otra punta de este bosque que se cree en la superioridad moral de criticar, de juzgar, de ensuciar, el respetable nombre de mi profesión, solo porque las autoridades locales le dan una palmadita cada vez que lo hace. ¡Claro que si, campeón! ¡Fiera! ¡Que eres un fiera! Se me cae la baba ante tal ciudadano ejemplar. Es por eso que voy a cumplir con mi deber ético de vecino ejemplar, y voy a hacerle un regalo desde mi mas sincera buena fe, para premiarle. Se lo merece.

Porque, puedo ser un poderoso, puedo haber conseguido todo lo que me haya propuesto, puedo ser un líder, amado por todos, pero ante todo humilde, y que sabe de casi todo, pero repito, ante todo humilde. Y buena persona. Honro a mi familia en cada acto desinteresado, puro, cargado de infinita bondad, que acometo con toda mi buena fe. Puedo incluso oler mejor que el mas aseado de los amantes. Pero ante todo, soy una persona ejemplar. Todo un ejemplo a seguir. Ya veréis.

¡Un saludo amigos!

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